sábado, 1 de febrero de 2025

Cine y Pediatría (786) “Mil uno”, esa búsqueda de un espacio seguro para la crianza y la identidad

 

En el año 1978 se inauguró en el poblado de Park City (cerca de Salk Lake City, capital del estado de Utah) el U.S. Film Festival de Utah, utilizando la imagen del icónico actor y director Robert Redford para atraer estudios y distribuidores. Fue en el año 1981 cuando se funda Sundance Institute con el objetivo de reunir a un grupo de amigos y colegas que fomentarían y apoyarían el cine independiente, más allá de las exigencias del mercado. Y Sundance Institute asumió en 1985 el control creativo y administrativo del U.S. Film Festival, que en la edición de 1991 comenzaría a llevar el nombre Sundance Film Festival. Y, desde entonces, Sundance se ha convertido en una plataforma crucial para cineastas emergentes y una vitrina para las películas más innovadoras y originales del año. 

Porque Sundance es sinónimo de cine independiente, aquí donde se estrenan películas que a menudo no encuentran cabida en los grandes estudios de Hollywood, ofreciendo una visión más diversa y personal del mundo. El festival ha sido el trampolín de lanzamiento de numerosas carreras exitosas, tanto en la dirección (Joel y Ethan Coen, Steven Soderbergh, Quentin Tarantino, Richard Linklater, Robert Rodríguez,…) como en la actuación (Ryan Gosling, Frances McDormand, Amy Adams, Jennifer Lawrence, Brie Larson,…). El mayor galardón de este festival es el Gran Premio del Jurado, y algunas de estas películas ya forman parte de la familia de Cine y Pediatría, como Bienvenidos a la casa de muñecas (Todd Solondz, 1995), Quinceañera (Richard Glatzer, Wash Westmoreland, 2006), Precious (Lee Daniels, 2009), Bestias del sur salvaje (Benh Zeitlin, 2012), Yo, él y Raquel (Alfonso Gomez-Rejon, 2015), La (des)educación de Cameron Post (Desiree Akhavan, 2018), Minari. Historia de mi familia (Lee Isaac Chung , 2020) y CODA. Los sonidos del silencio (Siân Heder, 2021). Y a todos eso hoy se suma Mil uno (A.V. Rockwell, 2023), drama social sobre la maternidad, la familia, la identidad y la búsqueda de un futuro mejor ante las condiciones sociales adversas.         

La historia comienza en el Correccional de Rikes Island, Nueva York, en el año 1994, allí donde conocemos a la bella Inez (interpretada por la actriz y cantante Teyana Taylor), una joven de 22 años, peluquera de profesión, pero cuya vida derivó entre la toxicomanía y la prostitución. Regresa a los suburbios de Brooklyn, donde se ha criado con la comunidad de color y donde se reencuentra con su hijo Terry, de 6 años, que está en un centro de acogida y quien le pregunta: “Me abandonaste en una esquina?...¿dónde está mi padre?”. Y ella le contesta: “Pueden intentar lo que quieran, pero esta vez no nos van a separar”, pues decide quedarse de él y separarle de los Servicios Sociales. A partir de ahí, Inez se convierte en esa antiheroína con cariz de madre coraje que lucha a lo largo de los años por sacar adelante a su hijo enfrentándose a la dureza de las calles de Brooklyn y Harlem, y con el objetivo de darle la vida que ella no pudo tener. En este proceso Inez acaba casándose con otro ex convicto, Lucky (William Catlett), quien pese a las dudas (“¿Qué saben los delincuentes de formar una familia?”), acaba asumiendo un rol de padre con Terry, al que le asegura: “Te daremos la vida que nosotros no tuvimos”. 

El filme aborda el contexto sociopolítico de la ciudad de Nueva York y coincide con el paso de Rudy Giuliani y Michael Bloomberg como alcaldes, años marcados por una política persecutoria a los afroamericanos y una gentrificación salvaje de los suburbios. Y curiosamente estos alcaldes aparecen intercalados en esta historia, incluido ese eslogan de Giuliani, que tan alejado parece de la vida de Inez: “Soñar, crecer, planificar y actuar. Estas son las bases de todo procesos de cambio”. Y esta historia da dos saltos temporales: en 2001, con un Terry adolescente de 13 años, un buen chico y estudiante, y en 2005, ya con 17 años y con las dudas de poder acudir a la universidad (incluso piensan en el MIT, Harvard). En ese periodo Lucky enferma de cáncer y en el ocaso de su enfermedad no deja de dejarle reflexiones: “No te sientas atrapado por lo que te rodea… Me llevó un tiempo aprender eso. No quiero que caigas en las mismas trampas que tu madre y yo. Quiero que tomes mejores decisiones que yo con respecto a ella y con respecto a todo”. 

Cuando su orientadora escolar le busca una salida laboral, Terry tiene que presentar su documentación y es cuando denscubre que tiene papeles falsos. Y se le desvela que, en realidad, Inez no es su madre biológica, sino la persona que lo encontró a los dos años en la calle y esperó horas a que alguien lo recogiera…aunque finalmente era ella quien más lo necesitaba. Y ahora, en esta dura despedida, ella está orgullosa porque su Terry será alguien en la vida, aunque este le pregunte: “¿Dónde está mi casa ahora?”. Y esa despedida final: “Te quiero, mamá”. Un final que invita a la reflexión, como toda la película. 

Mil uno es una crítica social incisiva, allí donde, a pesar de la inestabilidad y las dificultades, el hogar es un concepto central en la película, donde nuestra protagonista lucha por construir un espacio seguro para su hijo, un lugar donde pueda crecer y sentirse amado. Y ese hogar, donde viven de alquiler como pueden, tiene marcado en la puerta el número del piso: 10-01. Mil uno.