sábado, 1 de marzo de 2025

Cine y Pediatría (790) “El último vagón”, oda a la escuela

 

Ángeles Doñate, periodista española de formación y vocación, ha combinado su trabajo en periódicos y revistas con la enseñanza y la comunicación institucional, siempre vinculada al mundo educativo. Además, consta en su biografía que dedica parte de su tiempo a enseñar a leer y a escribir a personas adultas de manera voluntaria. Está claro que la docencia no le es ajena. En su faceta literaria, tras publicar algunos libros de ensayo, dio su salto a la novela con “El invierno en que tomamos cartas en el asunto” (2015), y entre sus obras hay una posterior que ha alcanzado gran popularidad, adaptada al cine, y que rinde homenaje a las escuelas y maestros comprometidos: “El último vagón” (2019), una historia conmovedora ambientada en México y que desde ese país, y distribuía por Netflix, ha visto su adaptación cinematográfica con título homónimo.
 
El último vagón (Ernesto Contreras, 2023) es una película sencilla con mensajes poderosos, buen cine para ver en familia. Allí donde poder revisar temas de tanto interés como la importancia de la educación (especialmente en comunidades marginadas), el valor de los maestros, la amistad y solidaridad desde la más tierna infancia, así como la resiliencia y esperanza desde las familias. Nuestro protagonista es Ikal Machuca (Kaarlo Isaacs), un niño de 11 años, hijo de unos obreros que trabajan en la construcción de las vías del ferrocarril, nómadas por el país. En el nuevo destino acudirá a la escuela vagón Malinalli Teneplat, donde la maestra Georgina (Adriana Barraza), hará todo lo posible para que Ikal aprende a leer y pueda convivir con sus nuevos compañeros (Valentina, Chico, Tuerto,…) y su perro Quetzal. Cabe destacar que en la novela se habla de un maestro, Don Ernesto, que aquí se transforma en maestra, Doña Georgina. Pero no importa el sexo, sino los grandes mensajes que el maestro / la maestra vierten en ese alma en construcción que es todo niño y niña que acude a las aulas. Estos son algunos de las frases inspiradoras que Doña Georgina a Ikal: “Le felicito, joven. Acaba usted de leer su primer libro” o “Mientras usted esté vivo, usted puede convertirse en lo que quiera y puede vivir en donde quiera. Usted que está vivo, escoja bien su vida. Elija bien lo que quiere para que sea feliz”

Pasa el tiempo y vivimos la convivencia de estos compañeros de clase (las aventuras en el río, la llegada del circo, el primer amor,…), tiempo en el que Ikal recibe la gran noticia de que sus padres deciden quedarse ya en este pueblo. Y a la pregunta de la maestra, “¿Alguna vez usted ha pensado lo que quisiera ser de grande?”, su respuesta es contundente, pues quiere ser maestro. Pero cuando el padre fallece, tienen que volver a partir y dejar todo lo que le hacía feliz, incluyendo el apoyo de esa maestra que le despide así: “Es usted un tritón. Alguien que sabe adaptarse a cualquier lugar. Nunca se subestime, Ikal”. Y antes de partir y que Ikal diga “No quiero volver aquí…”, la maestra adelanta la foto de fin de curso con todos los alumnos. 

Y esa foto en blanco y negro es la que nos enlaza con otro personaje que se nos ha presentado entre la historia previa. Es un joven inspector de la Secretaría de Educación Pública (SEP), Hugo Valenzuela (Guillermo Villegas), quien tiene la misión de comunicar el cierre de muchas escuelas rurales. Y una de estas escuelas es la que hemos conocido, y cuando llega le comunican que ya hace siete años que la directora falleció, y ahora es otra joven maestra la que se hace cargo. No es difícil intuir que esa joven es su compañera Valentina, y que este inspector es Ikal, en realidad Ikal Hugo Machuca Valenzuela, quien enfadado por lo ocurrido rompió con su pasado y decidió utilizar su segundo nombre y apellido. Y con los recuerdos de esa foto de fin de curso, recuerdan el tiempo pasado y sus amigos, pero también llega el compromiso, pues ambos deciden hacerse cargo de esta escuela rural y cumplir el sueño que les inculcó aquella apasionada maestra. 

En un viaje que le llevará a reencontrarse con su pasado, Ikal/Hugo deberá jugarse su futuro, descubriendo que hay huellas que no se pueden borrar, como la familia, los amigos y la escuela. Como las del primer amor o las de un maestro, que a través de la curiosidad y el cariño, nos abre las ventanas al mundo. Y ya lo decía el famoso escritor de radio y televisión estadounidense, Andy Rooney, en un pensamiento que ya es un clásico: “La mayoría de nosotros no tenemos más de cinco o seis personas que nos recuerdan. Los maestros tienen miles de personas que les recuerdan por el resto de sus vidas”

Una novela escrita por una barcelonesa con sabor a México, dirigida por un mexicano, con localizaciones en Tlaxcala, Puebla y Veracruz, y con un contexto histórico real, pues la película hace referencia a las "escuelas Artículo 123", que fueron instituciones educativas creadas en México durante los años 20 y 30 para atender a los hijos de los trabajadores de empresas agrícolas e industriales, especialmente aquellos que se desplazaban por el país. Y que es el contexto de nuestra historia… con esas familias de trabajadores ferroviarios y ese último vagón que cabe no perder. 

Porque El último vagón nos deja al menos estos cuatro mensajes para compartir con los más pequeños de la familia: la educación como motor de cambio (y herramienta fundamental para combatir la desigualdad y construir un futuro más justo), la huella imborrable de un buen maestro o maestra, la importancia de los sueños (y de no rendirnos ante las dificultades) y el poder de la comunidad (con la familia y la escuela en el epicentro). 

La enésima oda a la escuela, a los maestros y a la educación. Y porque la vida nos enseña que es la mejor maestra.

 

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