sábado, 23 de noviembre de 2024

Cine y Pediatría (777) “Ladybird Ladybird” y “Lady Bird”, mujeres que intentan volar…


Hoy reunimos dos películas con un título similar, cada una con una mujer como protagonista: Ladybird Ladybird (Ken Loach, 1994) y Lady Bird (Greta Gerwing, 2017). Dos títulos similares, pero una temática diferente separada un cuarto de siglo entre sí, prácticamente la misma diferencia de edad de sus dos protagonistas: en la primera, una mujer británica sobre la cuarentena y madre de cuatro hijos; en la segunda, una adolescente estadounidense de 17 años, en plena transición a la vida de los adultos. Y aunque el contexto es bien diferente, algo les une: esa posibilidad de volar que tanto se les ha negado a las mujeres. Y consiguen trasmitir el mensaje gracias a dos interpretaciones de bandera de sus actrices protagonistas. Veamos cada una de las historias… 

- Ladybird Ladybird (Ken Loach, 1994) 

La historia de Maggie (Crissy Rock, multipremiada en diferentes festivales, incluido el Festival de Berlin), madre de cuatro hijos, todos de distintos padres (y de distintas razas) y que, debido al violento ambiente familiar, están a cargo de los servicios sociales británicos. Cuando Maggie conoce a Jorge (Vladimir Vega), un refugiado de Paraguay, así se lo reconoce: "Tengo cuatro hijos, todos de padres diferentes. Y todos están en un hogar de acogida". Con él vislumbra la posibilidad de rehacer por fin su hogar, pero las cosas no serán fáciles ni para recuperar la custodia de sus hijos, ni para retener la de los hijos que han de venir. 

En diversos flashbacks vamos reconociendo a nuestra protagonista y la lacra de su vida, sometida a violencia machista en el hogar por sus parejas, violencia que sufren los hijos en primer lugar (y nosotros también como espectadores), pues el director no se guarda nada en la retaguardia. Ni las canciones de karaoke que le gusta cantar a esta madre pueden mitigar el dolor continuo de la historia, que se ve con el corazón en un puño. Y su grito de auxilio, “No quiero que me juzguen por mi pasado”, choca con el mejor interés del menor ante los Servicios Sociales, que le argumenta: "Los niños necesitan estabilidad". Y entre sobresaltos, la historia avanza hacia ese final con este mensaje sobre los últimos momentos del metraje: “Maggie y Jorge han tenido tres hijos más a quienes se les ha permitido quedarse. No se les ha dado acceso a sus dos primeras hijas. Maggie dice que piensa todos los días en todos sus hijos perdidos”

Y así es como Ladybird Ladybird se convierte en un nueva crítica social del cine de Loach, quizás la historia con mayor crudeza, más si nos atenemos a que lo que narra se basa en hechos reales. El director inglés nos plantea una historia en donde los términos víctima y verdugo se entremezclan: porque víctimas son ante todos los hijos, obligados a transitar de centro en centro y a vivir separados de su madre, pero víctima es también una madre maltratada por la vida, que afronta cada nuevo revés con una creciente rabia contenida que su vez la convierte en verdugo. Y al oír esa canción tradicional de guardería que dice, “Ladybird, ladybird, fly away home, / Your house is on fire, / Your children shall burn!”, nos traslada a nuestra protagonista. 

Porque esta película es paradigmática de la primera etapa del cine de Ken Loach, un director caracterizado por su inconformismo social, su compromiso político con crítica a la burguesía y a la sociedad (y un especial enfrentamiento a las políticas thacherianas), así como su acercamiento a los seres anónimos, personajes que presenta con radicalidad y honestidad en formato de docudramas. Y todo ello con un estilo visual sobrio, que bebe de influencias del Neorrealismo italiano y del Free Cinema británico. Desde Cine y Pediatría ya dedicamos una entrada especial a Ken Loach, por su particular visión de los adolescentes y familias en el contexto de su cine social. Un cine social que se conjuga al modelar la lucha de la clase trabajadora, con la injusticia social y la importancia de la solidaridad.  

- Lady Bird (Greta Gerwing, 2017) 

La historia de Christine (Saoirse Ronan, multipremiada en diferentes festivales de cine, incluido el Globo de oro a mejor acriz), una adolescente de Sacramento en su último año de instituto, quien se hace llamar "Lady Bird". La joven, con inclinaciones artísticas, está desesperada por escapar de su ciudad natal ("Sacramento es tan fea", piensa) y quiere construir una nueva identidad en una ciudad más grande, por lo que sueña con vivir en la costa Este: "Quiero irme de esta ciudad. Quiero irme a Nueva York. Quiero ser alguien más", le dice a su amiga. Trata de ese modo encontrar su propio camino y definirse fuera de la sombra protectora de su madre (Laurie Metcalf). Es, por tanto, una nueva película sobre adolescentes en tránsito, lo que conocemos con el anglicismo coming of age, y del que son  ejemplo ya centerares de títulos volcados en Cine y Pediatría. 

Una nueva historia alrededor de esta etapa de tránsito que llamamos adolescencia que nos permite reflexionar sobre la complejidad de las relaciones familiares (en ese tour de force entre madre e hija, quienes se quieren, pero cuyas personalidades y perspectivas chocan continuamente), la importancia de las amistades, la nostalgia y el valor de los orígenes (pese a su deseo de escapar) y la aceptación de uno mismo. Una nueva historia para aprender que la adolescencia es un período de grandes cambios y desafíos, pero también un tiempo de oportunidades para aprender y crecer. Y todo ello aunque le recuerde una de sus parejas a Christine eso de que “Lady Bird dice que vive del lado equivocado de las vías”. 

Esta película fue la ópera prima como directora en solitario de Greta Gerwing, quien en su siguiente película volvió a contar con la misma actriz protagonista en la enésima versión de Mujercitas (2019), adoptando Saoirse Ronan también otro papel rebelde, el de la adolescente Jo. Decir que Greta Gerwing firmó su tercera película como directora recientemente con la controvertida Barbie (2023), en donde contó con Margot Robbie y Ryan Gosling como actores. Y también vale la pena recordar que la actriz Saoirse Ronan, con una ya dilatada trayectoria, tuvo su primer papel protagonista en el drama fantástico The Lovely Bones (Peter Jackson, 2009), interpretando a la niña Susie Salmon, según el relato “Desde mi cielo) de Alice Sebold.   

Dos películas con un título similar, pero de dos directores con estilos diferentes sobre la historia de dos mujeres de distinta edad y condición social, pero que guardan en ese título un mismo mensaje: ese continuo intento de volar de muchas mujeres y las dificultades para alzar el vuelo, no solo por los defectos de las alas, sino también por la jaula que les rodea.

 

miércoles, 20 de noviembre de 2024

Las guerras y la infancia, una denuncia "de cine"

 

En el pasado mes de julio tuve la oportunidad de participar como ponente en el 41 Congreso Nacional de Pediatría celebrado en México y lo hice con un tema siempre doloroso y siempre de actualidad, ahora más con la visibilidad que los telediarios dan a la guerra entre Rusia-Ucrania y entre Israel-Gaza (pero sin olvidar que hay más de una treintena de guerras activas en el mundo y acalladas).  El título fue "Las guerras y la infancia, una denuncia "de cine".

Porque la historia de la humanidad está asociada a sus guerras, quizás la mayor constatación del fracaso del ser humano. Y no debiéramos ser ajenos a su denuncia, también desde el séptimo arte. Este tema fue el motivo nuclear de presentación de nuestro último libro en “Cine y Pediatría”, el libro Cine y Pediatría 13 presentado el pasado mes de mayo de 2024 y dentro del XXI Festival Internacional de Cine de Alicante, y que, posteriormente, fue publicado como artículo en Revista de Pediatría de Atención Primaria.   

Y en esta ponencia recopilamos aquellas películas ya publicadas en el proyecto “Cine y Pediatría” que se centran en los conflictos bélicos y su repercusión en la infancia y adolescencia. Un conjunto de seis decenas de películas clasificadas en tres apartados: 

a) La infancia en la Guerra (y postguerra) Civil Española, con ejemplos como El espíritu de la colmena (Víctor Erice, 1973), La guerra de papá (Antonio Mercero, 1977), La lengua de las mariposas (José Luis Cuerda, 1999), Las 13 rosas (Emilio Martínez-Lázaro, 2007) o El maestro que prometió el mar (Patricia Font, 2023). 

b) La infancia en la Segunda Guerra Mundial, con ejemplos como Alemania, año cero (Germania, anno zero, Roberto Rossellini, 1948), La infancia de Iván (Ivanovo detstvo, Andrei Tarkovsky, 1962), El tambor de hojalata (Die Blechtrommel, Volker Schöndorff, 1979), La vida es bella (La vita è bella, Roberto Benigni, 1997) o El niño con el pijama de rayas (The Boy in the Striped Pajamas, Mark Herman, 2008). 

c) La infancia y otras guerras, con ejemplos como Los juncos salvajes (Les roseaux sauvages, André Téchiné, 1994), Voces inocentes (Luis Mandoki, 2004), Nacido en Gaza (Hernán Zin, 2014), Pequeño país (Petit pays, Eric Barbier,2020) o Belfast (Kenneth Branagh, 2021). 

Historias de cine desde todas las filmografías que combinan realidad y ficción, pasado y presente, y que deben prescribirse en escuelas y familias (y, por qué no, también nuestras consultas pediátricas) para denunciar la continua violación de los derechos de la infancia en las guerras. 

Y de ello trata esta ponencia realizada para el 41 Congreso Nacional de Pediatría en México. Porque cabe no olvidar el pensamiento de Henry Miller: “Cada guerra es una destrucción del espíritu humano”. 

Os dejamos la presentación en este enlace y debajo el vídeo de la ponencia.

 

lunes, 18 de noviembre de 2024

El camino a la inteligencia artificial (IA)


Hay un hecho que debemos conocer con claridad: la llamada Inteligencia Artificial (IA) no nos va a quitar el trabajo, pero si nos va a quitar el trabajo otra persona como nosotros pero que sí usa la IA en su vida diaria. Por eso, nos guste más o menos ahora, debemos incorporar la IA en nuestras vida, como ya lo hicimos con los ordenadores o con internet. 

No es fácil entender la IA y utilizar bien las herramientas en aspectos como la docencia o la investigación, cual es mi caso. Estoy realizando cursos y talleres sobre herramientas de IA para esas funciones y no es un camino de rosas. Pero el esfuerzo vale la pena… 

Y por ello vale la pena conocerlo. Y hoy quiero compartir algunas fechas y nombres importantes que han hecho posible este hito. Porque la IA no nació con el ChatGPT, aunque esta herramienta la haya popularizado. Su historia se remonta a la mitad del siglos XIX y ha sido un camino largo y sinuoso, aunque muy acelerado en la última década. Veamos algunas fechas y nombres clave. 

Se dice que fue en 1843 cuando la británica Ada Lovelace, matemática y escritora, escribió el primer programa informático y teorizó sobre lo que podrían hacer los ordenadores, asegurando que no podrían pensar. Ella conoció a otro matemático, Charles Babbage, quien estaba trabajando en una calculadora avanzada a la que llamó como “máquina diferencial”, pero luego se puso a trabajar en una “máquina analítica” que se podía reprogramar.  

Tuvo que pasar un siglo para que otro genio británico, Alan Turing, quien creía que los ordenadores podrían pensar, diseñase en 1950 el Test de Turing para comprobarlo (lo llamó “the imitation game” y constaba de dos personas y una máquina) y que tardó más de siete décadas en superarse (con ChatGPT y otros). Su vida se ha llevado a la literatura y al cine, con Descifrando Enigma (The Imitation Game, Morten Tyldum, 2014) como más significativa. Para llegar allí cabe citar su artículo de 1936 “On Computable Numbers” para comenzar a hablar de la arquitectura de los ordenadores binarios que funcionan hasta el día de hoy, y que se le llamó la Máquina de Turing.  

En 1956 es la primera vez que se usa el término Inteligencia Artificial, y se debe al pionero informático estadounidense John McCarthy en un conferencia en el Darmouth College a sus colegas. Además creó el lenguaje LISP (familia de lenguajes de programación de computadora de tipo multiparadigma) para desarrollar IA e impulsó su desarrollo. Y, por todo ello, fue reconocido con el Premio Turing en 1971 y tiempo después funda el Departamento de IA de la Universidad de Standford.  

Aquí comenzó la primera carrera por la IA. Y en 1958, el psicólogo estadounidense Frank Rosenblatt creó la primera neurona artificial (computadora conocida como perceptrón), el cual es un modelo matemático que recrea el funcionamiento de una neurona biológica. En ese mismo año, Alex Bernstein creó el primer programa de ordenador capaz de jugar al ajedrez (pero en la demo, tras la primera jugada del humano el ordenador dijo “me rindo”, lo que hablaba de que había mucho que mejorar). Y en 1966, el profesor de informática de origen alemán Joseph Weizenbaum creó el primer chatbot de la historia llamado ELIZA y que se comportaba como un terapeuta psicólogo. Pero no era IA, sino una lista de parámetros para responder.   

Luego llegan las décadas de los 70 y 80 que vienen a definirse como el “invierno de la IA”, pues después de un inicio eufórico, la IA se detuvo y e incluso aparecieron opositores. Las promesas eran muchas, el coste elevado, así que los gobiernos cerraron el presupuesto en este campo y ello con el Informe Lighthill del año 1973. En ese espacio Geoffrey Hinton define el concepto de redes neuronales profundas (o multicapa) en 1986, de manera que cada capa resuelve una tarea específica y, al juntarlas, podían resolver tareas complejas. 

Hay un despunte en 1997 con Deep Blus, la primera computadora (de IBM) que derrotó a un campeón del mundo de ajedrez como Gary Kasparov (aunque no era totalmente IA y realmente había una persona detrás que apoyaba a la máquina). Pero lo cierto es que entre 1986 y 2006 llega el "segundo invierno de la IA", pues atenazaba el problea del "desvanecimiento de gradicente" y hubo d esperar dos dácadas para resolverse. 

En 2006 resurge la IA cuando Geoffrey Hinton y su equipo ese "desvanecimiento de gradiente" y es así que saltamos al 2011, cuando aparece Watson, otra supercomputadora creada por IBM que fue capaz de vencer en el juego Jeopardy, y eso implicaba entender dobles sentidos y juegos de palabras.  Y todo esto nos lleva al boom de la IA. Y que comienza con Siri en 2011, el primer asistente con IA con voz que Apple lanza dentro de los iPhone y que enciende la alarma de sus competidores, por lo que en 2012 sale Google Now y en 2014 Alexa. Pero la IA de estos asistentes de voz era muy básico. Tras ese pistoletazo de salida, Google (que tiene Android) entró en pánico y como respuesta en 2014 hace su inversión más importante en IA y compra Deepmind (que se suma al Google Brain que ya tenían) para posicionarse como líder mundial de la IA. 

En 2015, el magnate sudafricano Elon Musk (ahora ya en el nuevo gobierno de Donald Trump) y el programador y bloguero estadounidense Sam Altman fundan OpenAI como respuesta a Google. En realidad es un laboratorio de investigación de inteligencia artificial que lo crean con la intención de entregar la IA al beneficio de la humanidad y sin fines de lucro. Y aquí comienzan a reclutar a los mejores, que habitualmente estaban en Google, para lo que Musk tuvo que desembolsar mucho dinero para traerse a genios como el informático israelí-canadiense, nacido en Rusia, Ilya Sustkever. Pero lo cierto es que los avances no fueron inicialmente los deseados…    

Fue en 2017 cuando ingenieros de Google publican el artículo “Attention is all you need”, que viene a decir que lo que necesitan mejorar los científicos de IA no es la memoria, sino la atención, por lo que se introduce la arquitectura Transformer, algo revolucionario y gracias a la cual tenemos la IA generativa. Y es cuando los de OpenAI aprovechan la enseñanza del artículo y crean GPT (Generative Pre-trained Transformer) en su primera versión (GPT-1). Ahí es cuando Elon Musk vio margen de negocio y quisó fusionar OpenAI con Tesla, pero aquello acabó como el rosario de la aurora con Sam Altman. Así que Musk se fue y se llevó el dinero, pero Altman recurre entonces a Miscrosoft, quien invierte 1000 millones de dólares luego de que Musk les dejara sin fondos, y crearon GPT-2 y GPT-3.  

Ya en el año 2021 es cuando Google presenta LaMDA (Language Model for Dialogue Applications), un modelo de lenguaje que puede conversar e inventar historias, por lo que el ingeniero Blake Leomine llegó a decir que tenía vida y conciencia. Pero nunca lo sacó al público. Y de aquí llegamos al punto crítico, ese 30 de noviembre de 2022 (se van a cumplir ahora solo dos años) en el que OpenAI lanza un chatbot experimental basado en GPT 3.5 sin estar seguros de qué pasaría. Y lo que pasó es que el mundo cambió para siempre con ChatGPT…y el test de Alan Turing había sido superado con creces y para siempre. Decir que ya se había desarrolla antes el chatbol Claude, pero no se lanzó en su momento como ChatGPT, que no esperó a su versión 4 y lanzó la 3.5. 

Y lo que ha pasado en estos dos años ya lo conocemos mejor, con esa lucha de posicionamiento entre Google (Gemini), Facebook (MetaAI) y Apple (Apple Intelligence), donde todos dicen superar a los demás. Y ahí se anda en la carrera a la AGI (Artificial General Intelligence) y sus intereses comerciales. 

Destacar que el Premio de Física 2024 se ha concedido al físico estadounidense John Hopfield y al científico computacional británico Geoffrey Hinton por poner las bases de la inteligencia artificial, “padrinos” del aprendizaje de máquinas con redes neuronales artificiales. Un premio que desató la polémica entre los científicos, pues para muchos la IA no es física, más bien una cuestión matemática o  de ingeniería. Pero esa es otra batalla…